Crónicas de un Pueblo

Los Hinojosos
"Mi pueblo se encuentra rodeado de tierras suaves y severas, con colores tersos y trazos suavemente perfilados. Entre sus rastrojeras y barbechos, en sus nobles caserones con pétreo escudo de armas, no se da el tipismo y el folklore de la sangría, de las castañuelas y de la paella en lata."

II. LA ERMITA DEL ROBLE


Parte Segunda
La Ermita del Roble





La Cofradía celebró sus fiestas patronales, por primera vez, en la villa de El Hinojoso de la Orden en el año 1668. Cuando acabaron, don Francisco de Mena y Vado fue sustituido en la mayordomía por el presbítero don Pedro Izquierdo Chillón, desempeñando el empleo hasta el año 1675 junto con don Pedro Sánchez Izquierdo.

Ambos se ocuparon de adecuar la ermita de San Antón y sus alrededores, no sólo, para el culto diario, sino también para la celebración de los actos religiosos de los días siete, ocho y nueve de septiembre, para lo cual adquirieron objetos y ornamentos para el culto, mandaron quitar las goteras, sujetar los caballones, colocar puertas, postigos, ventanas, cerrojos, aldabas y aldabillas allí donde era necesario; hicieron la cámara y el sótano de la casa del santero, enjalbegaron y bardaron las paredes y los muros; allanaron la explanada, la limpiaron de piedras y dieron salidas a las aguas.

En 1675, la Junta de la cofradía presidida por el cura propio de la Parroquial, don Juan Martínez, decidió construir en dicha ermita, una capilla dedicada a su Patrona. En su edificación, comenzada ese mismo año y terminada en 1677, trabajaron el maestro albañil Alonso Ruiz, y el alarife Thomás de Molina, ayudados por los peones Juan López Saldaña y Juan Ramírez; Juan Francisco Izquierdo acarreó el agua; y Antonio Moreno sacó y transportó las piedra. Su costo fue de 1112 reales de vellón.

La ermita de San Antón era un edificio sencillo, rústico, de paredes de tapial, cubierto por un tejado a dos aguas, sobre el cual se levantaba en uno de sus extremos una pequeña espadaña. Los devotos de la Virgen, no satisfechos de su débil estructura, decidieron edificar en el mismo lugar una ermita de nueva planta, en la que la piedra y el yeso sustituyeran la tapia, la greda y el adobe.

Aprobado el proyecto por el Gobernador Eclesiástico del Priorato, la excavación de los cimientos comenzó en el año 1679, bajo la dirección del alarife Thomás de Molina, siendo mayordomos Francisco de Riega y Juan Izquierdo Mota.

Durante el año 11680, el maestro albañil Alonso Ruiz acabó de abrir las zanjas de cimentación, hizo algunas tapias y rasgó el arco de la ermita. Reanudadas las obras en la primavera de 1681, el maestro Juan Rodríguez, vecino de la villa de Belmonte, levantó setenta y una tapias de piedra y yeso, a tres reales cada una, y rasgó el arco de la capilla principal; fueron asentadas las vigas maestras y se colocó el maderamen del techo.

Las obras prosiguieron durante los años siguientes y, por fin, en 1697, los alarifes Diego López y Andrés Díaz hicieron las bóvedas, arreglaron el piso y revocaron las paredes. Ese mismo año se procedió a la demolición de la ermita antigua y al traslado de la imagen del Roble a la iglesia parroquial donde fue instalada en la capilla de San Bernabé, lugar en el que permaneció hasta que la nueva ermita fue abierta al culto. (Fol.54 vuelto. Libro de 1667).

La construcción de la nueva ermita costó 3563 reales de vellón. Se gastaron cinco hornos de yeso, más setenta y dos cahíces comprados a particulares; ciento cuarenta y seis carros de piedra; seiscientos clavos de chilla y trescientos jermales; cuatro vigas maestras; y mil quinientas tejas compradas y traídas de Quintanar por ciento veinticuatro reales.

Todos los gastos fueron cubiertos con el importe de las limosnas recibidas de los devotos de la Virgen, en especial de los cofrades pastores, quienes en 1679 ofrecieron en el día de la fiesta,. Cincuenta y ocho cabezas de ganado, cuya venta alcanzó un montante de 1508 reales de vellón. Al año siguiente, donaron diez cabras, una chota y treinta y nueve cabezas de ganado lanar, vendidas en 730 reales.

Pasadas las fiestas de 1679 fueron elegidos los soldados-cofrades por suerte entre los hermanos inscritos, cuyas limosnas (538 reales en 1681), unidas a las de los pastores, fueron la principal fuente de financiación de las obras. El día 23 de octubre de 1681 murió el licenciado don Pedro Sánchez Izquierdo, vecino de la villa, capellán y mayordomo que había sido de la cofradía. En su testamento legó a la ermita, para sus reparos, un censo de cien ducados de principal, contra Juan Ruiz, que pagaba por él un tributo anual de cincuenta y cinco reales de vellón. Este censo pasó a los pocos años a don Alphonso de Perea y Lara y, a su muerte, ocurrida en 1739, a sus hermanos don Thomás, don Juan y don Diego, hasta que en 1754 lo cedieron a don Pedro de Liébana. Cuando éste murió, sed hizo cargo del mismo su viuda Isabel de Perea.

El día 1 de diciembre de 1698, el licenciado don Fernando Romero y Aparicio, Prior del Real Convento de Santiago de Uclés, realizó la habitual visita pastoral a la Parroquial. Al conocer que la ermita estaba construida encargó de su adorno a los mayordomos Bernardo Campayo y Juan de Bacas, pero fueron sus sucesores, Juan Izquierdo Mota y Francisco Millán, quienes encomendaron al maestro escultor de la villa, Juan Bautista Bizacani, la talla de un retablo para el altar de la capilla de la Virgen, cuya hechura se ajustó en 853 reales de vellón, de los cuales 275 le fueron entregados a cuenta, y los 578 restantes cuando acabó la obra en 1691, año en que fue instalado y asentado por el citado Bizcani y el maestro carpintero Juan López.

En 1693, una de las capillas laterales se derrumbó. Su reedificación fue encargada al alarife Diego López, quien estuvo trabajando durante veinticinco días, y seis más a destajo, a razón de siete reales de vellón cada día. La obra tuvo un coste de 546 reales.

Siendo mayordomos Francisco tablares y Alfonso Becerra, año de 1698 al de 1699, Juan Bautista Bizcani hizo las puertas para la entrada principal; el herraje para las mismas lo forjó el herrero Miguel García con el hierro comprado a Francisco Izquierdo Chillón. Fueron colocadas por el, albañil Isidro López, quien también se ocupó de hacer el púlpito y retejar la ermita. Por encargo de los citados mayordomos, Bizcani hizo un tambanillo para protegerlas, empleando para su construcción dieciocho ripias y diez tirantes; cobró por su trabajo y el de labrar la madera, cuarenta reales.

Años más tarde, en 1717, fue construido un pequeño tejado sobre la puerta lateral para guarecerla del sol y de la lluvia.
Los mayordomos Juan de Moia Sadaña y Gregorio Chacón, año de 1715 al de 1716, vecinos del Marquesado, encargaron al maestro carpintero Jerónimo López, componer una nueva cabeza para la campana, que fue herrada por el mismo Juan de Moia quien, además, hizo dos cruces de hierro, una para el campanario, y otra, más grande, para la capilla mayor, cada una asentada sobre una bola del mismo metal forrada de latón.

El prior, don Miguel Perea, en su visita general del día 1 de febrero de 1733, mandó a los mayordomos don Zeferino Becerra, presbítero, y Simón Flores que luego y son dilación dieran las disposiciones necesarias para que, por maestro dorador inteligente en esa facultad, se dore el retablo del
altar de la Virgen.

En un asentamiento de las cuentas presentadas por dichos mayordomos figuran 3126 reales de vellón, precio en que se concertó la mano de obra para este trabajo, y 118 reales más, coste de la comida y de las dos camas que ocuparon los doradores durante los tres meses que tardaron en realizar su cometido.
Al parecer, las capillas laterales no estaban bien construidas. Ya hemos señalado que en 1693 hubo de ser reedificada una de ellas. En 1700 fue reparada la del lado de la epístola por estar amenazando ruina. Veintiocho años más tarde tuvieron que volver a reedificar las bóvedas de la capilla situada al saliente por el estado ruinoso en que se encontraba. Esta circunstancia fue aprovechada para hacer un retejo general, poner un postigo y sustituir un par de ventanas. La mano de obra para ejecutar este trabajo fue ajustada en 1100n reales.

La última reparación de importancia realizada a la ermita fue hecha en virtud de lo dispuesto en el auto de visita de fecha 29 de junio de 1769, por el titular del priorato don Miguel Monje Coronado. Su Señoría, al conocer que la bóveda del lado del evangelio se encontraba bastante deteriorada, determinó que a la mayor brevedad posible se rehaga, encargando las obras a mano inteligente que la practique y deje decente y segura. La reparación costó 531 reales, según consta en las cuentas presentadas el día 9 de septiembre de 1770 por los mayordomos don Pedro de Liébana y Juan Carrasco, ante el cura propio don Thomás de Perea y Lara.

La ermita de San Antón, donde estuvo la imagen de la patrona hasta la segunda mitad del siglo XVIII, era conocida popularmente como la Ermita del Roble. Junto a ella crecía un frondoso árbol de esta especie, testigo de numerosas romerías, a cuya sombra se celebraron durante decenios el ofrecimiento del ocho de septiembre. No era un roble transplantado de los robledales que poblaban la Península Ibérica. Procedía de uno de los muchos nacidos de las semillas traídas a Europa por los monjes del Carmelo cuando tuvieron que abandonar Palestina después de la invasión árabe, allá por el siglo XIII. Descendía de los robles del Monte donde, siglos antes, había nacido la Orden de los Carmelitas, Por su origen dio nombre a una advocación mariana: NUESTRA SEÑORA DEL ROBLE DEL MONTE CARMELO y, más tarde, a su ermita.
Una nota firmada por el juez de Comisión, el presbítero don Alphonso de Perea y Lara, y el sacristán mayor, Joseph Balero Muñoz, como notario eclesiástico, hallada entre los legajos del archivo, refleja la especial significación que este árbol tenía para los vecinos de ambos pueblos. Dice así:
Doy fe como Joseph Rubio Albarez vecino del Marquesado, entregó a su merced en el dia veinte y uno de marzo de mil setecientos cincuenta y dos a saber, cincuenta reales vellón en que se le remató una rama del roble que estta contiguo a dcha. Hermita, la que ultimamente truncó el aire, firmolo su merced de todo lo cual doy fe.- Firmado. Dr. Perea.- Balero.