Crónicas de un Pueblo

Los Hinojosos
"Mi pueblo se encuentra rodeado de tierras suaves y severas, con colores tersos y trazos suavemente perfilados. Entre sus rastrojeras y barbechos, en sus nobles caserones con pétreo escudo de armas, no se da el tipismo y el folklore de la sangría, de las castañuelas y de la paella en lata."

III. EL DESLINDE

Parte Primera.
III El deslinde



Hace muchos siglos, antes de que Enrique II de Trastámara, en 1369, instituyera el Marquesado de Villena a favor de don Alfonso de Aragón, el deslinde de las tierras de Alarcón y de Uclés ocasionó el reparto del pueblo de El Hinojoso entre los dos Concejos limítrofes. Aquel suceso marcó a los hinojoseños de la época y dejó su huella imperecedera en las generaciones futuras. El paso del tiempo hizo olvidar el cuándo y el porqué de la división. Para conocer lo ocurrido, hemos de desandar el camino de la Historia y situarnos en el siglo XIII, cuando los monarcas cristianos dieron un nuevo impulso a la reconquista iniciada en las montañas de Covadonga por el caudillo don Pelayo, cuya victoria en el encuentro entre musulmanes y astures en el monte Auseva (722), afirmó la resistencia cristiana y permitió la ulterior formación del reino de Asturias. Desde entonces, la frontera cristiana con el territorio musulmán fue avanzando poco a poco, primero hasta el Duero, luego alcanzó el Tajo y, más tarde, fue adelantada hasta el río Guadiana tras la derrota infligida a los almohades en la batalla de las Navas de Tolosa (1212), por los ejércitos de Alfonso VIII de Castilla, Pedro II de Aragón y Sancho VI de Navarra
Desde el comienzo de la Reconquista, lo que más interesaba a los reyes y a los nobles era asegurar el dominio de las zonas recuperadas, y ponerlas en cultivo lo antes posible, porque en todas ellas las alquerías eran tan escasas que parecían un terreno yermo. Para ello las fortificaban y repoblaban a medida que la frontera avanzaba hacia el Sur. Por aquel entonces, todas las tierras eran propiedad del rey, quien daba su autorización y toda clase de facilidades a los que querían asentarse en ellas. Surgieron así muchas aldeas, lugares, y algunos grandes municipios capaces de atender a su defensa. La ubicación de todos estos poblados la fijaban previamente el rey y los nobles. Todos los que llegaban recibían la tierra de labor que podía labrar una yunta en un día (una yugada), solar y aranzada; tenían el plazo de un año para levantar sus viviendas, y estaban exentos de tributos durante un trienio. Las aldeas, los lugares y los villares así formados estaban, a través de su correspondiente alfoz, bajo la jurisdicción de los Concejos cuyos límites fue necesario establecer.

En 1241, Don Gonzalo, Obispo de Cuenca, por orden del rey don Fernando III, acabó de fijar la frontera entre los Concejos de Alarcón y de Uclés. El documento que a ello hace referencia, dice así:

“” Conoscida cosa sea a todos los omes (1) los questa carta vieren qe nos don Gonçalvo, por la gracia de Dios obispo de Cuenca, viniemos partir el termino d´Ucles e de Alarcon por mandamiento del rey don Fernando nuestro sennor, rey de Castilla e de Toledo e de Leon e de Gallicia e Cordova...............................................................................
E fallamos (2) que el conceio de Ucles e de Alarcon que avien partido su termino desde su Xufela (3) fata la Fuent de Domingo Perez, e en el villar que dicen de Sancho coxo (4), pusieron e sus mojones por obenencia de ambos los sobre dichos conceios. E de la fuente do Domingo Perez adent (5) pusieron por moion6 la sierra Jabalmenna assi como las aguas vierten, fata´l (7) cabo (8) de la sierra. E de cabo de la sierra adelante fallamos que non avien partido fata la Fuente del Espino, e partiennoslo en nos esta manera e pusieron los miones: el primer moion es en penna (9) que es (10) en cabo de la sierra Jabalmenna e el otro moion pusiemos en collado que es en la carrera (11) que va de Fuent Annaya a Guzquez; y entr´stos dos moiones pusiemos otros que recuden (12) a estos. E el otro moion pusiemos en la carrera que va de Fuent Annaya al Finojoso e entr´stos moiones pusiemos otros dos que van por somo (13) de alcor (14). D´éste moion que es en la carrera, es la carrera moion fata´l moion osse (15) ayuntan las carreras de Fuent Annaya e de Guzquez que van al Finojoso. Dendadelant es la carrera moion que va al Finojoso, e el pozo del Finojoso es el otro moion. Del pozo adelant es la carrera moion fata´l entrada del campo del algib (16). En el entrada del campo pusiemos otro moion en unas encinas ralas, e el otro moion es el pozo del algib. E entre´stos moiones pusiemos otros que van por somos del alcor que recuden a estos, e finca (17) la carrera yendo al pozo de siniestro, e del pozo adelant fata las Mesas Ruvias assi que la mesa (18) que es de diestro yendo por la carrera que sea de Ucles, e la mesa de siniestro sea d´Alarcon, e la carrera que va entr´amas (19) las mesas sea por moion. E el otro moion sea la Fuent d´el Espino, e la carrera sea moion, lo de diestro sea de Ucles e lo siniestro sea de Alarcon.
Estos moiones pusiemos nos por mandamientos de nuestro sennor el rey don Fernando, el maestre de Ucles don Rodrigo Yennes seyendo (20) e delant, e el concejo d´Ucles e el concejo de Alarcon seyendo e delant. E plogoles (21) esta particion e otorgaronlo.
Estas cartas fueron fechas en el mes de setiembre, sabado, la vigilia de sant miguel era MCCLXX nona.

1.=hombre; 2.= hallamos; 3.= Cigüela; 4.= cojo: 5.=adelante; 6.= mojón; 7.= hasta el; 8.= extremo; 9.= peña; 10.=está; 11.=camino; 12.= concurren; 13.=cima; 14.= cerro; 15.= donde se; 16.= aljibe; 17.= queda; 18.= territorio, campo;19.= entrambas, entre ambas; 20.= estando; 21.= gustoles, estuvieron de acuerdo.

Hasta entonces la línea divisoria existente entrambos, comenzaba en el río Cigüela, pasaba por la Fuente de Domingo Pérez, por el villar que decían de Sancho Coxo, y finalizaba en la sierra Jabalmeña. Desde aquí hasta Las Mesas Rubias no estaba hecho el deslinde. Don Gonzalo delegó el cumplimiento del mandato en el Maestre Don Rodrigo Yañez y en los titulares de los citados Concejos, quienes iniciaron su cometido fijando los mojones siguientes: la peña que está al final de la Sierra, el collado que hay en el camino de Hontanaya al desaparecido poblado de Guzquez (situado cerca de Villanueva de Alcardete), y el comienzo del camino de Hontanaya a nuestro pueblo. A partir de este último, tomaron por frontera el camino que unía Hontanaya, El Hinojoso, El Aljibe, y Las Mesas. A lo largo de ella fueron señalizados como mojones principales, la confluencia de los caminos que iban de Hontanaya y de Guzques a El Hinojoso, nuestro Pozo Viejo, unas “carrascas ralas” que había a la entrada del término de la Puebla del Aljibe, y el pozo este lugar. Entre ellos, y en los puntos mas elevados del terreno colocaron los mojones secundarios. El señor Obispo determinó que recorrida la línea divisoria de Norte a Sur, el territorio situado a la derecha era de Uclés, y el de la izquierda, de Alarcón.



Tal y como aconteció con el lugar de las Labosas y el de Villaverde, el primero, en nuestro término, y el segundo en el de Villamayor de Santiago, también desaparecieron, cuando fueron abandonados por sus vecinos, los poblados de Sancho Coxo, cercano a Fuentelespino de Haro, el de Guzquez, próximo a Villanueva de Alcardete, y el del Aljibe, que Milagros Rivera Garretas, en su esquema del término del Concejo de Uclés en el siglo XIII, lo sitúa, con el nombre de Puebla del Aljibe, entre el río Monreal y Santa María de los Llanos, en los terrenos de Saona y Buenavista.

El Hinojoso, al ser atravesado por la línea fronteriza, quedó dividido en dos zonas, convertidas, luego, en poblados independientes. Para que los vecinos de los dos pueblos tuvieran derecho a utilizar las aguas del Pozo Viejo, Don Gonzalo lo consideró mojón principal y, así, la línea divisoria marcada por el camino de Hontanaya, al llegar a la plaza se desviaba hacia el pozo, pasaba por su centro geométrico, y se unía con el camino del Aljibe unos 30 metros más adelante. Nuestros antepasados la señalizaron colocando sobre el brocal una piedra tallada en forma de prisma cuadrangular. Junto al pozo, existía un pilón que también debía estar situado en el recorrido de la línea fronteriza para que fuera propiedad de los dos pueblos. De las dos ubicaciones posibles, debieron de elegir la de la parte meridional porque la inclinación del terreno favorecía el desagüe


El trazado fronterizo adquirió especial protagonismo en el siglo XV, cuando Castilla entró en la etapa más turbulenta de su historia. A la muerte de Enrique III de Castilla le sucedió en el trono su hijo Juan. Por ser menor de edad la regencia la ejercieron su madre, Catalina de Lancáster y su tío paterno Fernando de Antequera quien, a la muerte de Martín el Humano hizo valer sus derechos a la corona de Aragón como hijo de una hermana de Don Martín y nieto de Pedro IV de Aragón. Los compromisarios reunidos en Caspe le eligieron rey de Aragón el año 1412. Cuatro años después fallecía, sucediéndole en el trono su hijo Alfonso V el Magnánimo. Juan II fue proclamado rey de Castilla el año 1419. Dada su juventud y debilidad de carácter estuvo manipulado y sometido a la voluntad de su privado, el condestable Don Álvaro de Luna. Alfonso V, como miembro de la dinastía Trastámara y gran magnate de Castilla, intervino reiteradamente en los asuntos internos del reino castellano, a través de sus hermanos Juan, Enrique (Marqués de Villena y Maestre de la Orden de Santiago) y Pedro (Maestre de la Orden de Alcántara), los conocidos infantes de Aragón, apoyados por el sector nobiliario opuesto a Don Álvaro, principal valedor de las prerrogativas monárquicas de Juan. Se entabló, pues, una fuerte lucha política entre los infantes y el condestable de la cual, en principio, salió victorioso Don Álvaro. Esto supuso la salida de los vencidos de las tierras castellanas y la confiscación de todos sus dominios que fueron repartidos entre otros nobles. Los infantes aragoneses no dejaron de reivindicar sus territorios durante años, a pesar de que su hermano, Juan II de Aragón, casado con la reina Blanca de Navarra, cedió a su hija, también llamada Blanca, el Marquesado de Villena, cuando contrajo matrimonio con el heredero de su primo Juan II de Castilla, el futuro Enrique IV.

La amenaza de guerra entre Castilla y Aragón, latente muchos años, hizo que el infante Enrique mandara cercar su villa del Hinojoso, perteneciente a la Orden de Santiago de la que él era Maestre. Por aquellas fechas administraba el señorío de Belmonte (perteneciente al Marquesado de Villena) el nieto de un exiliado portugués llegado a Castilla a finales del siglo XIV, Juan Fernández Pacheco, casado con María Téllez, también de estirpe portuguesa. Por falta de varones, la herencia de este linaje recayó en una de sus hijas, María Pacheco. Casada con Alfonso Téllez Girón, acordó con su marido conservar en su descendencia los tres apellidos del linaje y, así, a sus dos hijos llamaron Juan Pacheco y Pedro Girón. Cuando el infante Enrique cercó la villa de la Orden, el señor de Belmonte, Juan Fernández Pacheco, decidió hacer lo mismo en el el Hinojoso del Marquesado. Ocurría todo esto allá por 1425. Fue este año, cuando al comenzar a construir la cerca en la plaza se produjo un violento enfrentamiento entre sus vecinos y los del pueblo colindante. Los de un bando exigían que se hiciera sobre la línea divisoria descrita; los del otro pedían, imperiosamente, su construcción a lo largo del camino, al que consideraban frontera desde la entrada hasta la salida del pueblo. Consultada la Carta Real, la pared de argamasa fue levantada siguiendo la frontera fijada dos siglos antes.





La Previsión de don Gonzalo, al considerar el pozo mojón principal, permitió seguir utilizando el pozo y el pilón a los habitantes de ambos pueblos, pero hubo de hacerse una puerta en la cerca para facilitar la entrada, y salida, al Hinojoso de la Orden desde el camino del Aljibe. Las carretas que llegaban por el camino de Hontanaya debían desviarse por el camino de Quintanar y, unos metros más adelante, a la mano izquierda, tomar un ramal que terminaba junto al solar donde luego fue edificada la ermita de la Concepción. Esta vía de acceso desapareció en parte cuando, siglos más tarde, fue autorizada la construcción de casas adosadas al santuario; el resto fue respetado para no quitar la salida al campo a las viviendas aledañas construidas con anterioridad. Los que arribaban por el Sur, dejaban el camino del Aljibe antes de llegar a la cerca, atravesaban la entrada practicada en ella, para desembocar en la plaza por el lado Oeste del pozo. El tránsito de carruajes y ganado formó un pequeño carril que, posteriormente, cuando los dos pueblos fueron creciendo y comenzaron a edificar en la zona, los vecinos de la Orden tuvieron que respetar y levantando sus viviendas paralelas a él, mientras que los de enfrente lo hicieron siguiendo el recorrido del camino del Aljibe. Confirman la existencia de este carril la diferente orientación de las fachadas de las casas en esa zona, y el distinto proceder de nuestros antepasados cuando edificaron a derecha e izquierda del camino que pasaba junto al pozo Chile: la lejanía de la línea divisoria y la ausencia de cualquier otra vía de paso en sus inmediaciones del pozo, no obligó a modificar la orientación de la fachada de la casa que hace esquina con Salazar Monreal, en la acera del lado Este. Bastó con separarla unos metros del pozo, sin perder el paralelismo con el eje de la calle, para dejar espacio a los animales que allí abrevaban




La fuerte enemistad entre los dos pueblos fue atenuándose tras las muertes de Enrique de Aragón y de Juan Pacheco. El nuevo Marqués de Villena, Diego López Pacheco, y el Maestre de la Orden de Santiago, Alonso de Cárdenas, firmaron en el Real de Santa Fe, el veintisiete de enero de 1492, una concordia reguladora de las relaciones entre los vecinos de El Hinojoso del Marquesado y El Hinojoso de la Orden. Las relaciones entre ellos se normalizaron con el paso del tiempo y, por fin, un día, desapareció el ominoso muro que separaba los dominios del Maestre y del Marqués. El carril de entrada a la plaza desde el camino del Aljibe desapareció, pero ya se habían edificado las casas en la zona inmediata al Pozo-mojón, con sus fachadas orientadas tal y como pueden verse en la actualidad.

Hubieron de pasar seiscientos años desde que el pueblo fue dividido hasta que se decretó su reunificación en 1841, durante el reinado de Isabel II. La Parroquia de San Bernabé, fundada en el antiguo Hinojoso de la Orden, continuó siguió dependiendo del Obispado Priorato de Uclés. La disolución de las Ordenes Militares, decretada por el gobierno republicano el 9 de marzo de 1873, obligó al Papa Pío IX a publicar el 14 de junio de ese mismo año la Bula “Quo Gravius” por la que agregaba los territorios de las Órdenes a los Obispados vecinos para que no quedasen abandonadas en su cuidado pastoral, y declaraba abolida la jurisdicción eclesiástica de dichas Órdenes, con lo cual, la Parroquia de San Bernabé pasó a formar parte de la Diócesis de Cuenca. El pueblo recuperó la unidad perdida, pero las huellas de aquella división aún permanecen como testigos mudos de se azarosa historia.